25.5.12

Que país construimos?, que ciudad, que pueblo, que barrio, que casa?, el que deseamos? el nos impusieron?.....


LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 1

Poco sabría decirte de Aglaura fuera de las cosas que los habitantes mismos de
 la ciudad repiten desde siempre: una serie de virtudes proverbiales, otros tantos
 proverbiales defectos, alguna rareza, algún puntilloso homenaje a las reglas.

Antiguos observadores, que no hay razón para no suponer veraces, atribuyeron a
 Aglaura su durable surtido de cualidades, confrontándolas con aquellas de otras
 ciudades de sus tiempos. Ni la Aglaura que se dice ni la Aglaura que se ve ha
 cambiado quizá mucho desde entonces, pero lo que era excéntrico se ha vuelto usual,
 extrañeza lo que pasaba por norma, y las virtudes y los defectos han perdido
 excelencia o desdoro en un concierto de virtudes y defectos diversamente
 distribuidos. En este sentido no hay nada de cierto en cuanto se dice de Aglaura, y,
 sin embargo, de ello surge una imagen sólida y compacta de ciudad, mientras
 alcanzan menor consistencia los juicios dispersos que se pueden enunciar viviendo
 en ella. El resultado es éste: la ciudad que dicen tiene mucho de lo que se necesita
 para existir, mientras la ciudad que existe en su lugar existe menos.

Por eso, si quisiera describirte Aglaura ateniéndome a cuanto he visto y
 probado personalmente, debería decirte que es una ciudad desteñida, sin carácter,
 puesta allí a la buena de Dios. Pero tampoco esto sería verdadero: a ciertas horas, en
 ciertos escorzos de camino, ves abrírsete la sospecha de algo inconfundible, raro,
 acaso magnifico; quisieras decir qué es, pero todo lo que se ha dicho de Aglaura
 hasta ahora aprisiona las palabras y te obliga a repetir antes que a decir.


Por eso los habitantes creen vivir siempre en la Aglaura que crece sólo con el
 nombre de Aglaura y no se dan cuenta de la Aglaura que crece en tierra. Y aun yo,
 que quisiera tener separadas en la memoria las dos ciudades, no puedo sino hablarte
 de una, porque el recuerdo de la otra, por falta de palabras para fijarlo, se ha
 dispersado.


(Las ciudades y el nombre (1) de Las ciudades Invisibles de Italo Calvino)

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