9.10.11
5.10.11
Saute ma ville- Primer cortometraje de Chantal Akerman
Akerman desciende de una familia sobreviviente
al holocausto polaco, y desde los quince años decidió hacer cine, luego
de ver el filme de Jean Luc Godard Pierrot le fou (1965). En
1967 se enroló en la Escuela de Cine de Bélgica, después de lo cual
asistió a la Université Internationale du Théâtre en Paris. Muy pronto
abandonó esta escuela, pues estaba más interesada en la realización de
películas que en estar sentada en un aula.
No fue hasta que Chantal Akerman se mudó a Nueva York, en 1972, que comenzó a desarrollar su distintivo estilo visual y a tratar con holgura los temas que han dominado su filmografía hasta ahora. Fue en Estados Unidos que contactó con las películas vanguardistas, especialmente con las de Michael Snow, quien influyó notablemente en su percepción de las relaciones entre el tiempo y el espacio fílmico. Después, residiría alternativamente en Nueva York, París o Bruselas. Sus primeros dos filmes, Hotel Monterrey (1972) y Je Tu Il Elle (1974), con sus preconcebido estatismo en cuanto al trabajo de cámara y sus diálogos minimalistas, eran los primeros indicadores de un estilo representacional que llegaría a su máxima expresión con Jeanne Dielman, 23 Quai du Comerse, 1080 Bruxelles (1975). Este filme de 200 minutos posee una acción mínima más allá del escrutinio de tres días en la vida de una mujer (Delphine Seyrig) totalmente absorta en su rutina de limpieza, cocina y cuidado del hijo, rutina que se rompe cuando experimenta un orgasmo con un amante, al cual asesina de inmediato con unas tijeras. Algunos criticaron este filme por aburrido, otros celebraron su estética visual y su empleo del tiempo real para enfatizar las rutinas del personaje.
No fue hasta que Chantal Akerman se mudó a Nueva York, en 1972, que comenzó a desarrollar su distintivo estilo visual y a tratar con holgura los temas que han dominado su filmografía hasta ahora. Fue en Estados Unidos que contactó con las películas vanguardistas, especialmente con las de Michael Snow, quien influyó notablemente en su percepción de las relaciones entre el tiempo y el espacio fílmico. Después, residiría alternativamente en Nueva York, París o Bruselas. Sus primeros dos filmes, Hotel Monterrey (1972) y Je Tu Il Elle (1974), con sus preconcebido estatismo en cuanto al trabajo de cámara y sus diálogos minimalistas, eran los primeros indicadores de un estilo representacional que llegaría a su máxima expresión con Jeanne Dielman, 23 Quai du Comerse, 1080 Bruxelles (1975). Este filme de 200 minutos posee una acción mínima más allá del escrutinio de tres días en la vida de una mujer (Delphine Seyrig) totalmente absorta en su rutina de limpieza, cocina y cuidado del hijo, rutina que se rompe cuando experimenta un orgasmo con un amante, al cual asesina de inmediato con unas tijeras. Algunos criticaron este filme por aburrido, otros celebraron su estética visual y su empleo del tiempo real para enfatizar las rutinas del personaje.
Akerman se considera entre las cineastas
europeas más innovadoras de su generación, pues jamás cuenta las
historias tradicionales, y mucho menos en la forma en que el público lo
espera, sino que emplea el lenguaje cinematográfico y el estilo
minimalista para explorar personajes y espacios cotidianos e ignorados.
Sobre su filmografía ha dicho que se propone “trabajar exclusivamente
con el lenguaje del cine, sin apelar a ningún tipo de elemento narrativo
o sentimental... es el lenguaje en sí mismo la esencia de mis
películas, que no quieren recurrir a las posibilidades de la
identificación.
“Comparado con las instalaciones, el cine es un
trabajo heroico, enorme, pues en las instalaciones puede verse el
resultado de inmediato, pero en cine solo te enteras de lo que hiciste
mucho tiempo después. La mayor parte de las veces, incluso en filmes
experimentales, tienes que escribir una historia, si es que pretendes
ganar algún dinero. Trabajos como A couch in New York son
enteramente comerciales. Pero a pesar de todo me gustó escribirla, como
diferencia. En los documentales, nunca sé lo que voy a hacer antes de
filmarlos, y por tanto no puedo escribirlos, pues carecen de planes y de
alguna manera son aterradores, pues pueden terminar de cualquier modo.
“Siento que mi estilo está más cerca de Carl
Dreyer que de Warhol, Bresson o Snow, con los que frecuentemente se
asocia mi trabajo en el cine. En Dreyer está esa tensión entre las
emociones que puede proyectar un rostro, o las cosas que el espectador
cree ver en ese rostro.
“En mi obra hay una voluntad de silencio, un deseo de callar para decir más en otra ocasión. En una de mis películas, Sur ,
trataba un linchamiento en una ciudad del sur de EE.UU. La policía
había trazado círculos en la calzada para señalar dónde habían quedado
esparcidos los restos del asesinado. Yo los filmé y creo que aquellos
círculos resultaban más elocuentes, más traumáticos, que la visión del
cadáver, algo que al fin y al cabo aparece hoy en cualquier película.
Hoy todo se muestra de forma absolutamente literal, las imágenes bullen,
pero nada sucede. Estoy muy de acuerdo con Proust cuando dijo que hacen
falta nuevas estrategias para hablar de lo importante”.
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