20.6.17

Postales del otoño en el surconurbanense
En el comienzo del otoño las noches están cargadas, una espesa neblina dificulta la visión.
El aire se pone denso y todo huele a hojas quemadas. A lo lejos y no tanto pueden verse pequeñas fogatas en las esquinas. Quemando se van las penas. Quemando en las esquinas.
Las noches conurbanas de reggaetón en altoparlantes.
El pibe con lentes de sol a la madrugada pasa con la ventanilla baja, retumba ba ba ba a todo lo que dá. Perrea. Explota.
Todo parece calmo y al mismo tiempo late.
El silencio que cobra fuerza e intensidad por la ausencia de la música. Ese silencio de madrugada conurbana, que aturde, que inquieta. Tan solo algún grito lejano gediento.
Un perro ladra y comienza el coro.
El bondi no pasa más.
Ni un alma en las calles.
A lo lejos alguna fiesta. Lejos.
Que pase el bondi.
Infaltables las motos ruidosas motos, caños de escape que parecen disparos. Con intensión.
Se acerca la moto, la oigo venir.
Viene el bondi que me va a pasear por todos los conurbanos barrios de tensa madrugada de fiesta, hasta llevarme a mi destino
Crónicas de habitar un cuerpo femenino.

Yo tenía 12 años. Ese día había ido a capital con mi mamá ya que tenía que ir al médico.
Viajábamos en subte hacia la estación de once. Como es normal en esa estación en un horario pico, había mucha gente.
Cuando el coche se detiene y estamos bajando, siento que me meten la mano por debajo de la pollera y me tocan, no el culo, sino en mi vagina. Por sobre mi ropa interior, pero me tocan mi vagina. Repito, yo tenía 12 años.
Me quedo paralizada y me giro para ver quién era y veo un tipo que se alejaba muy rápido mirándome mientras reía el muy perverso.
Enseguida le digo a mi mamá que me habían tocado el culo… me daba vergüenza decirle la verdad. ¡¡Me daba vergüenza decirle la verdad!!
Ella lo buscó con la mirada pidiéndome que se lo señale, por supuesto muy enojada. Creo que si lo hubiese llegado a ver ella le pegaba. Pero por supuesto él ya se había perdido entre el tumulto.

Esa fue mi bienvenida al ‘ser mujer’.
Después de ese episodio le siguieron muchos más.
Infinidad de veces me tuve que bancar que tipos me mostraran su pija en la calle o en transportes públicos por que sí.
Muchas de esas veces eran ellos quienes decidían que estaba bien masturbarse frente a mí, desde sus autos, ¡desde una bici!

Infinidad de veces me han querido apoyar en transportes públicos, en recitales.

Infinidad de veces me han seguido caminando durante varias cuadras diciéndome todo tipo de barbaridades. Muchas de esas veces han sido de noche y sin nadie cerca que pudiera auxiliarme si ese tipo decidía hacerme algo.

Muchas veces me han seguido desde un auto mientras yo iba caminando por la calle. La primera vez que me pasó eso yo tenía 15 años y tuve mucho miedo. Una cuadra entera un taxi siguiéndome lentamente diciéndome de todo.

Desde mi adolescencia que salgo sola a todos lados. Y tuve que aprender a cuidarme a los golpes. Porque nadie te enseña ni te explica que en el mundo te van a tratar de puta por el solo hecho de ser mujer.
Como muchas veces me han tratado en la calle desconocidos. Desde la palabra, al decirme cualquier obscenidad, o incluso preguntarme cuanto les cobraba por algún servicio sexual… eso me lo dijeron en la calle cuando yo solo iba caminando en plena tarde a mis 16 años.

Tristemente también ese trato estuvo presente en relaciones de pareja.
Como insinuar que era de puta haber tenido relaciones sexuales con determinada cantidad de personas a lo largo de mis 31 años. Una pareja que yo había elegido.   
Con amigos o vínculos cercanos tener que lidiar y explicarle al otro que no se es puta por disfrutar tener relaciones sexuales.
Con amigos o vínculos cercanos tener que lidiar y explicarle al otro que porque lo hayas invitado a tu casa o hayas ido a su casa no significa que quieras tener relaciones… Lidiar con eso siempre es más doloroso y molesto. Sobre todo porque el otro no lo comprende. 

Luego, siendo ya adulta comencé a viajar sola y nada cambió demasiado.
Tener que mentir que no estoy viajando sola para no exponerme a situaciones de peligro.
Tener que explicar que no tiene nada de malo viajar sola, que si me pasa algo la culpa no será mía por ir sola, sino de este mundo patriarcal y machista que nos pone en peligro cada día, desde pequeñas.

Aún no se si quiero ser mamá algún día. Muchas amigas lo son. Algunas de niños, otras de niñas.
Pero lo que si sé es que tenemos una enorme responsabilidad para ir acabando con este tipo de cosas. Es más que necesario hablar con esos niños, con todos los niños desde chiquitos.
Educar varones que no reproduzcan más este tipo de violencias, ni las abalen bajo ninguna de sus formas.
Educar varones que cuiden a las mujeres, y que respeten el deseo del otro. Educar varones en el concepto de ‘relaciones consentidas’.
Educar niñas que aprendan a respetarse y hacerse valer desde chiquitas. Que aprendan que conectar con su deseo y vivir su sexualidad libremente cuando sea que lo sientan, no es de puta. Que no deben sentir culpa por eso.
Y que nunca nadie las puede obligar a nada.

Tenemos demasiado trabajo por hacer. Mucho.

No nos quedemos quietas ni quietos.